Los hechos sucedieron en el interior de la Provincia donde familiares y amigos se organizaron para arrebatar el cuerpo de un familiar a los empleados de la empresa que debería brindar el servicio de sepelio pero por la pandemia, no está permitido. La justicia actuó en uno de los casos mientras que en los otros, la Policía tuvo que arreglárselas como pudo.
El primero de los hechos ocurrió en Pichanal donde un grupo de familiares obligaron al chofer de un vehículo fúnebre, que llevara el cuerpo del fallecido a la casa para velarlo. Según la información trascendida, esta persona si habría muerto por coronavirus. Debido a la gravedad de la situación, la fiscal María Sofía Fuentes comenzó a investigar el episodio ya que sometieron al empleado de la funeraria contra su voluntad.
El segundo caso sucedió este fin de semana en la localidad de Tartagal cuando los vecinos de Villa Saavedra esperaron que la camioneta de la empresa Pieve trajera desde la capital salteña los restos de Adrián “Pitigui” Paez y la interceptaron con un camión para luego llevarse el cajón hasta la casa del fallecido. Había como treinta personas que solo querían darle el último adiós a una persona muy querida en vida. Lo velaron toda la noche y a la mañana siguiente, contrataron otro servicio fúnebre y pudieron enterrar el cuerpo. Paez no murió por coronavirus sino por leucemia mieloide aguda, que terminó en ACV.
Finalmente, en el barrio Thomas Ryan de Tartagal, los familiares de una persona que murió en el hospital se molestaron porque el médico de guardia no quiso entregarles el cuerpo y adoptaron la medida de sacarlo por la fuerza de la morgue. Luego, lo llevaron en una camilla para velarlo en su casa. La policía no pudo hacer nada para impedir la decisión de los enfurecidos vecinos.
Cabe destacar que en los tres hechos, los protagonistas saben muy bien que están infringiendo la normativa sanitaria y realizar velorios es ilegal. Sin embargo, el dolor y la necesidad de despedirse de un familiar puede más y se arriesgan incluso de contagiarse de coronavirus. El problema no es tanto si el fallecido murió o no por COVID-19 sino que el velorio funciona como centro de amontonamiento de personas y eso representa un peligro para la salud pública.
Por otro lado, se observa el malestar de los vecinos porque se dan cuenta que la empresa a la que le pagan desde hace años para brindarles un servicio digno cuando mueran, se está lavando las manos, realizan falsas promesas de que se podrán despedir de un familiar y después no cumplen, informa El Expreso de Salta. Además, se ahorran gastos disponiendo el féretro más barato y otros accesorios por los cuales los clientes ya pagaron. La excusa es la pandemia pero en medio está la dignidad del fallecido y el derecho de los familiares de darles el último adiós.